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domingo, 28 de octubre de 2012

Yo estuve en misa.

Domingo 30º del tiempo ordinario.
(MARCOS 10,46-54)


Imagínate que eres el afortunado de un premio. Imagina que tienes un boleto premiado en el bolsillo y que aún no te has dado cuenta de que ha sido el agraciado con el premio.
 Imagínate ahora que de pronto alguien, un amigo te dice: 
- Oye que tu boleto está premiado. 
¿Qué harías tú entonces? 
Seguramente como Bartimeo, el ciego del que habla hoy el evangelio. Saldrías como un loco corriendo a que te canjearan el boleto por el premio, eso mismo le pasa al ciego del evangelio hoy. 
Estaba Bartimeo sentado al borde del camino con su boleto premiado, el boleto premiado es la fe. Dios por el bautismo nos hace hijos suyos y nos da el premio de la fe, aunque muchos no saben que poseen el premio y por tanto no pueden ir a canjearlo. Entonces Dios Padre nos envía a Jesucristo, ese Amigo que es como tu y como yo y a quien podemos entender y ver. Y entonces Jesús pasa por el mundo, regalando y canjeando los premios a todos los que se acercan a Él. Bartimeo que es ciego tiene un boleto premiado que dice: 
"Si vas a buscar a Jesús que es el Hijo de Dios el te premiara con la vista"  
Y no se lo piensa dos veces, se pone a gritar como un loco para llamar la atención de Jesús que le oye y lo manda llamar. Y cuando esta a su lado le pregunta que necesita y él le pide poder ver. Y Jesús le devuelve la vista a sus ojos secos. Y le dice a Bartimeo que su fe lo ha salvado. Porque hay unos ojos en el corazón que nunca dejan de ver. Esos que nos hacen descubrir el momento de buscar a Dios para que nos canjee nuestro premio. Esos ojos que miran desde la fe y desde el amor de Dios que está en nuestro corazón. Aunque a veces nos cuesta ver porque nos creemos mejor las cosas que vemos con los ojos de la cara y a menudo la realidad necesita ser mirada con los ojos del corazón desde la fe. Hoy Jesús viene a limpiarnos los ojos del cuerpos, a darnos unas gotitas especiales para que veamos la realidad con los ojos de la fe.

 


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