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lunes, 9 de julio de 2012

CUENTO DE TOLSTOI.


Una buena manera de enseñar a discernir el bien moral puede ser la que nos brinda la literatura. El autor saca enorme partido a relatos que plantean cuestiones morales. Lo importante es la reflexión posterior. Un buen ejemplo es el que brinda Tolstoi con la historia titulada El viejo abuelo y el nieto, dice así:
El abuelo se había hecho ya muy viejo. Sus piernas no le obedecían, sus ojos ya no veían ni sus oídos oían, y además carecía de dientes. Cuando comía, la comida se le caía de la boca.
El hijo y la nuera dejaron de sentarle a la mesa y le servían las comidas detrás de la estufa. En cierta ocasión le llevaron la cena en un cuenco y cuando el anciano fue a cogerlo, se le cayó al suelo y se le hizo añicos. La nuera empezó a quejarse de su suegro, diciendo que lo rompía todo, y juró que desde aquél día le daría de comer en un balde de lavar los platos. El anciano se limitó a suspirar sin decir nada.
Poco después, el marido y su esposa vieron a su hijo pequeño jugando en el suelo con algunas planchas de madera; estaba intentando construir algo. Movido por la curiosidad, el padre le preguntó: “¿Qué estás haciendo, Misha?” y Misha respondió: “papá, estoy fabricando un balde para daros de comer en él cuando tú y mamá seáis viejos”.
El marido y la mujer se miraron y empezaron a llorar, sintiéndose avergonzados de haber tratado así al abuelo.

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