Fuimos dos ángeles
volando a contraviento,
nadando a contra-mar.
Las alas rotas apenas
nos sirvieron de abrigo,
el alma fría, sola,
mostró su herida y derramó
sus perlas rojas; y el mundo
ciego, sordo, mudo...
Si nuestro amor se veía,
se olía, se tocaba?
Entonces fuimos dos solitarios.
Dos árboles, dos pájaros, dos ríos.
Y la luna? Ella fue testigo;
nos vio lanzarnos al infinito
y calló. Sólo plateó nuestras
caricias y abrillantó las olas.
Y en la soledad de este amor,
sólo el amor fue el servil
asistente de nuestra pasión,
entonces fuimos espuma que
el mar se llevó.
©Cristy Battistel Roggio
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