Mateo 25,31-46.
Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos
Los cristianos tendríamos que hablar con más naturalidad de la “hermana muerte”, que diría San Francisco de Asís. Y hacerlo con la esperanza que nos brinda la fe en Aquel que por nosotros murió y resucitó. Jesús venció a la muerte y este enemigo último de la humanidad no es un aguijón que nos aniquila, sino puerta que nos abre al Corazón del Padre. Esto ha de darnos sosiego y tranquilidad. Y, si aún estamos intranquilos, recordemos al gran san Vicente de Paúl: “Nadie que ha amado a los pobres puede temer a la muerte”. Una vida entregada hacia los más sufrientes y necesitados, la vida de tantas madres desvividas con sus hijos, de tanta gente pequeña que saca adelante a tantos, es la mejor manera de adelantar el Cielo aquí en esta tierra.
Hagamos memoria de aquellos que fueron importantes en nuestras vidas y ya no están entre nosotros, también de tantas personas anónimas que no tienen quienes recen por ellas. Y tengamos la seguridad de que el Buen Dios cuida de cada uno de sus hijos. Está cargado de llaves para abrirnos todas las puertas posibles camino del Cielo.
Queridos amigos, disfrutad de la Fiesta de Todos los Santos, un regalo para la Iglesia peregrina, y este domingo sintamos la comunión de los santos y el puente con la Iglesia Celeste.
En la noche que es la vida, nos enciendes, Señor, una vela para que podamos ver y, al llegar el amanecer, la apagas para que vivamos en la plena luz del día.
Dibu: Patxi Velasco Fano
Texto: Fernando Cordero ss.cc.