Juan 6,51-58
En el día del Corpus, y cada vez que participamos en la Eucaristía, nos convertimos en sagrario y en custodia, presencia de Cristo en medio del mundo. Responsabilidad y gratitud. La propia vida se convierte en fiesta del Corpus. Gratitud inmensa por el don del Pan de Vida.
La Eucaristía, Pan de Vida, es el alimento que nos hace entrar en el Amor de la Trinidad. Es el Pan que nos conecta con la comunión de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. La Eucaristía es el alimento para la Vida, para vivir aquí con el horizonte en Dios, para que el banquete de la tierra se aproxime al de la plenitud del Padre Misericordioso y Amante, del Hijo Amado y del Espíritu del Amor. Hoy es un día para agradecer el don de la Eucaristía y para plantearnos por qué hay tantas “alergias” a este sacramento, por qué realmente no se convierte en el centro y culmen de la vida cristiana. Ahora que iniciamos el tiempo estival, conviene plantearnos el papel de la eucaristía en nuestra vida y ser fieles también en tiempo de vacaciones.
“Si me distraigo, la Eucaristía me ayuda a recogerme. Si se ofrecen cada día oportunidades para ofender a mi Dios, me armo cada día para el combate con la recepción de la Eucaristía”
(Santo Tomás Moro).
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