Mayo es en España el mes de las 1ª Comuniones.
Desgraciadamente también de la última para la gran mayoría de niños. Son días de grandes floripondios familiares, donde la mayor parte queda en aparentar y en que todo salga a medida según se ha planificado.
Cada vez el estatus social, hace de este sacramento un escaparate comercial. Desde el propio traje de comunión del celebrante hasta el mínimo capricho que quiera añadirse a todo el conjunto de la celebración. Así los papás se echan las manos a la cabeza cuando terminan de echar las cuentas finales a la 1ª Comunión de sus hijos.
Cada vez el estatus social, hace de este sacramento un escaparate comercial. Desde el propio traje de comunión del celebrante hasta el mínimo capricho que quiera añadirse a todo el conjunto de la celebración. Así los papás se echan las manos a la cabeza cuando terminan de echar las cuentas finales a la 1ª Comunión de sus hijos.
¿Y Jesús?
Dos años de catequización, de ilusión y trabajo por parte del catequista que como instrumento de Dios intenta sembrar esa semillita de fe. Una semilla que el curso de la vida y Dios en su Sabiduría hace germinar. Los papás queriendo hacer lo mejor para nuestros hijos, sin darnos cuenta pisamos y endurecemos ese terreno donde ha sido sembrada. Y Jesús queda como en un segundo plano, allí enterrado entre un montón de papel de regalo, de fiesta, que termina inclinándose por el compromiso social más que por la digna celebración festejada con alegría del primer encuentro de un individuo con Jesucristo.
Nuestros hijos son pequeños, cada día reciben catequesis del mundo a mogollón desde todos los sentidos y muy pocas, según las familias en que nazcan sobre Jesucristo. Y en esta vida, como padres, lo mejor que podremos dar a nuestros hijos es la oportunidad de conocer a Jesús. A lo largo de su vida, Jesucristo le rondará e intentará darse a conocer. Será quién nunca le falle y quien mejor consejo le brinde en su corazón. Sin embargo el hombre por naturaleza, cuanto mayores nos hacemos, más desconfiados e incrédulos nos volvemos. Estoy convencida que con ese pensamiento también en mente, Jesús dijo aquello de "dejad a los niños que vengan a mi".
Ayudemos a nuestros hijos a conocer a Jesús, ahora que por primera vez hacen comunión con Él. Porque un dia se harán adolescentes y puede que ya no nos escuchen como hoy. Pero a Jesús, a Él si ya le han conocido, a Jesús si le escucharan.
estoy de acuerdo, pero aunque solo sea una vez yo creo que es un don maravilloso para los niños y merece la pena.
ResponderEliminarClaro que sí anónimo, Jesucristo si merece la pena y mucho. Por eso la Iglesia se lo sigue entregando a nuestros pequeños. ÉL Mismo ya lo dijo: Dejad que los niños vengan a mi.
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