La repetición de jaculatorias, oraciones cortas, para alabar al Señor, obtener ayuda o
para implorar perdón, se descubre en la temprana tradición cristiana. Ya en tiempos de
Casiano (c.360-435) se va enlazando esta práctica con el propósito de alcanzar la oración
continua. Otro testigo, de los numerosos que se pueden aducir, es San Juan Crisóstomo
(c.344- 407), quien recomienda la repetición frecuente y sucesiva de unas mismas breves
palabras. Sin embargo, la explícita invocación al Señor Jesús, como en la 'oración', no está
necesariamente ligada a esta difundida práctica. Existe una gran libertad en la elección de
la sentencia que se repite buscando la comunión con Dios. Así, por ejemplo, el mismo
Casiano recomendaba en sus Colaciones: «Si queréis que el pensamiento de Dios more sin
cesar en vosotros, debéis proponer continuamente a vuestra mirada interior esta fórmula de
devoción: Ven, oh Dios, en mi auxilio, apresúrate, Señor, a socorrerme. No sin razón ha
sido preferido este versículo entre todos los de la Escritura. Contiene en cifra todos los
sentimientos que puede tener la naturaleza humana. Se adapta felizmente a todos los
estados, y ayuda a mantenerse firme ante las tentaciones que nos solicitan». Arsenio (m.
449), monje del desierto, cuyos dichos son repetidos reverentemente por los monjes, por
ejemplo, oraba diciendo: «Señor, dirígeme por el camino de la salvación». Sería fácil seguir
citando oraciones breves de diversos padres en las que no se menciona explícitamente
'Jesús' ni 'Señor Jesús' o 'Jesucristo'
También es posible encontrar referencias a la invocación del nombre del Reconciliador,
pero sin el recurso a la fórmula en la que cristalizó la llamada 'oración a Jesús' ni al marco
metódico psico-físico que la acompaña. Como un ejemplo se puede citar una oración de
Isaac de Siria, Obispo de Nínive (s. VII): «Oh nombre de Jesús, llave de todos los dones,
abre para mí la gran puerta de tu casa del tesoro para que pueda entrar y alabarte, con la
alabanza que nace del corazón, como respuesta a tus misericordias que vengo
experimentando de un tiempo acá; pues tú has venido y me has renovado con la conciencia
del Nuevo Mundo». Otro ejemplo, entre los muchos citables, es el del abba Sisoes, quien
en una ocasión confiesa que durante treinta años había rezado así: «Señor Jesús,
protégeme de mi lengua».
Para seguir leyendo sobre el tema aquí: http://www.mercaba.org/FICHAS/ORACION/669-2.htm#JACULATORIAS
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