El árbol, muy triste, le dijo:- También yo te pido que compartas conmigo un poco de sol, porque con sus rayos seguiré creciendo, y más pajaritos podrán vivir en mis ramas.- Claro que sí, amigo árbol, no estés triste. También guardaré unos rayos de sol para ti.Itzelina empezó a caminar más rápido, porque llegaba la hora en la que el sol se levantaba y ella quería estar a tiempo para atrapar los primeros rayos que lanzara. Pasaba por un corral cuando un gallo que estaba parado sobre la cerca le saludó.- Hola, bella Itzelina. ¿Dónde vas con tanta prisa?- Voy a la alta montaña, a pescar con mi malla de hilos todos los rayos del sol y así poder compartir algunos con mi amiga la ardilla voladora, para que encuentre su alimento; y con mi amigo el árbol, para que siga creciendo y le dé hospedaje a muchos pajaritos.- Yo también te pido algunos rayos de sol para que pueda saber en las mañanas a qué hora debo cantar para que los adultos lleguen temprano al trabajo y los niños no vayan tarde a laescuela.- Claro que sí, amigo gallo, también a ti te daré algunos rayos de sol – le contestó Itzelina Bellas Chapas.Itzelina siguió caminando, pensando en lo importante que eran los rayos del sol para las ardillas y para los pájaros; para las plantas y para los hombres; para los gallos y para los niños. Entendió que si algo le sirve a todos, no es correcto que una persona lo quiera guardar para ella solita, porque eso es egoísmo.Llegó a la alta montaña, dejó su malla de hilos a un lado y se sentó a esperar al sol. Ahí, sentadita y sin moverse, le dio los buenos días, viendo como lentamente los árboles, los animales, las casas, los lagos y los niños se iluminaban y se llenaban de colores gracias a los rayos del sol.Este cuento quiere enseñarnos lo importante que es el respeto al bien común
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